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El Duelo Infantil

Niño con el tipo de máquina

Hoy en día al niño se le aleja lo más posible de la presencia real de la muerte. Por un lado, los padres procuran que el niño sepa lo menos posible, así que, si pregunta, es posible que cambien de conversación, zanjen el tema o respondan con evasivas. Así mismo, si en el entorno familiar tiene lugar una muerte, normalmente tratan de alejarlo de esta experiencia cuanto sea posible:  se procura no hablar, ni llorar, ni sentir delante de él con la firme convicción de que lo mejor que pueden hacer por sus hijos es evitarles el dolor y el sufrimiento que la muerte de los seres queridos provoca.
 
Pero, ¿por qué este empeño en alejar a a los niños de la realidad de la muerte? Esta pregunta tiene varias respuestas:. Alejamos la muerte porque a todos los seres humanos nos inquieta y nos angustia enfrentarnos a ella. La muerte es una realidad cuanto menos inquietante, que pasamos toda la vida tratando de mantener a raya. Cuando nos angustia, cuando nos visita, es entonces cuando no nos queda más remedio que sufrir lo inevitable. Se hace muy difícil poder ayudar a los niños, acompañarles en sus inquietudes, curiosidades y en su dolor cuando la muerte les toca de cerca si nosotros mismos como adultos también sufrimos, nos inquietamos y nos angustiamos por ello. 

Por su parte, los niños, al percibir nuestra angustia, se dan cuenta de que es mejor no preguntar, lo que no significa que su deseo de saber quede calmado, sino todo lo contrario: su inquietud puede aumentar al ver la incomodidad e intranquilidad que sus preguntas generan en el adulto. El niño entonces se calla y ante su silencio, creemos o necesitamos creer que el asunto ha quedado zanjado.

Los niños se preguntan, intuyen y conocen de alguna forma la existencia de la muerte. Si no obtienen respuestas o éstas son confusas, elaborarán sus propias teorías acerca de lo que significa morir. Los niños necesitan nuestra ayuda y nuestro acompañamiento, porque su concepto de muerte está en construcción, así como su propia elaboración del duelo.

Para los bebés y los niños de pocos años la muerte no es más que una palabra. Desconocen su significado y no están preparados todavía para comprender este concepto en toda su dimensión. Sin embargo, casi desde el principio de la vida, entre los seis y los ocho meses,los niños desarrollan la que se conoce como “Noción de permanencia de objeto”, es decir, los bebés ya son capaces de sentir la ausencia de la persona con la que han establecido un vínculo fuerte (generalmente la madre), porque ya sienten que la persona permanece en su recuerdo aunque no esté presente, anhelando de nuevo un reencuentro con ella.

Los niños de entre tres y seis años, conciben la muerte como un estado temporal y reversible, pueden asemejarlo a dormir o a una forma de sueño, por lo que imaginan que la persona que ha fallecido despertará o volverá en algún momento.

Hacia los siete años, los niños pueden diferenciar la fantasía de la realidad. Para ellos la muerte va haciéndose cada vez más real y son más capaces de comprender la noción de insensibilidad o fin de las funciones vitales. Así mismo pueden comprender el carácter definitivo que tiene la muerte y no la ven ya como algo temporal. Saben que no se trata de un sueño y que la persona que muere no va a volver.

Los pre adolescentes entienden perfectamente todos los componentes que conforman la muerte. Saben que es irreversible, por lo que la persona no va a volver; universal, de modo que a ellos también les sucederá; y absoluta, se produce una finalización completa de todas las funciones vitales. Por tanto, pueden hablar en términos biológicos de lo que le sucede al cuerpo: parada respiratoria, del corazón, etc. Los pre adolescentes comprenden también el significado de los rituales funerarios y piden participar de ellos. Además, comprenden y saben cómo murió la persona y entienden el impacto y la reacción que provoca la muerte en sus familiares y en ellos mismos.

El adolescente tiene plena conciencia de lo que ésta significa y puede formarse una explicación tanto desde un punto de vista biológico y científico, como desde una perspectiva filosófica, ideológica o religiosa. Los adolescentes entienden las consecuencias existenciales de la muerte y teorizan sobre ella a medida que adquieren las capacidades para el pensamiento formal y abstracto.

Desde los 6 años, se puede acompañar terapéuticamente al niño para hacer el proceso de duelo y que este sea sano y le desarrolle emocionalmente. Si es el caso de tu hijo o hija, contáctanos y te informaremos sin compromiso. 

Artículo escrito por Xènia de Fermentino




 

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